Nuestro último día en Beijing lo destinamos especialmente para la última atracción que visitamos en esta ciudad: el Palacio de Verano. Fue la mejor forma de cerrar estos cinco días espléndidos en la capital china. Y como todo en este enorme país, estuvo atravesado por su cultura milenaria, increíbles paisajes, una maravillosa arquitectura, y mucha, pero mucha gente. En ésta, nuestra última entrada del Diario de Viaje de Beijing, les contamos los detalles.
El amanecer de un día agitado
El quinto día, amanecimos rotos por la travesía del día anterior en la Gran Muralla China. Si en algún momento pensamos que iba a demandar poco esfuerzo, estábamos muy lejos de la realidad. Pero, como éste era nuestro último día, nos levantamos, desayunamos y salimos. Fuimos a tomar el metro para ir a visitar el Palacio de Verano, esta joya arquitectónica a 12 km de la ciudad.
Ibamos como zombies en el tren, con la sensación de que nos había pasado un elefante por encima. Porque como contamos en la primera parte, la mezcla del jet lag y el cansancio nos jugó una pasada difícil. Igual, como el trayecto desde nuestro hotel hasta llegar duró algunos minutos, aprovechamos para dormir un poquito. No mucho, porque enseguida nos bajábamos. Teníamos que estar atentos a los carteles, y activar nuestro ‘switch’ viajero para entender de direcciones en chino/inglés. Así que, tratando de despabilarnos, empezamos a notar algo que quizás pueda sonar raro: había mucha gente en el tren.
La marea china
Si bien hablar de que en China se puede sentir mucha gente por todos lados, puede ser algo normal, apenas salimos del metro nos dimos cuenta de que nada se asemejaba a lo que podíamos imaginar. Dentro de todo, como Beijing es una ciudad espaciosa, donde las calles son amplias y los edificios anchos, hay lugares que no. Pero cinco días bastaron para acostumbrarnos a esta dinámica. Casi como que se nos hizo cotidiano. Qué ilusos que fuimos…
Quizás era fin de semana largo, o que el clima acompañaba, porque estaba soleado. O porque era domingo, la verdad nunca sabremos la razón. Pero la cantidad de gente que había superaba toda imaginación. Obviamente, como todo gran país asiático, la organización de los espacios comunes fue excelente, por lo tanto nunca sentimos hacinamiento. Igual nada nos iba a impedir de disfrutar este magnífico lugar.
El espléndido Palacio de Verano
Lo que hoy se conoce como el Palacio de Verano (en en chino: 颐和园, ‘Jardín de la Salud y la Armonía’), es un extenso parque de casi 300 hectáreas, a orillas del lago artificial Kunming. El Palacio de Verano original, que está a pocos metros, fue prácticamente destruido por las fuerzas franco-británicas, durante la Segunda Guerra del Opio, en 1860.
La mayoría de los edificios que forman el Palacio están entre el lago Kunming y la Colina de la Longevidad. Una curiosidad acerca de ese lago es que tiene la forma de un durazno (melocotón), la fruta que representa la longevidad en la cultura imperial china. Hay residencias, teatros, pagodas, puertas, muelles y otras construcciones. Las que se destacan, entre otras, son la Pagoda del Buda Fragante, donde iba a orar una vez al año la Emperatriz, o el polémico Barco de Mármol, mandado a hacer también por la misma Emperatriz, considerado inútil, ya que no navega. Originalmente este enorme predio se hizo para el goce exclusivo del Emperador y su familia. Hoy en día es un lugar de disfrute para los locales y turistas, sobre todo durante los fines de semana.
Las últimas horas en Beijing
Como contamos en el video de abajo, una cosa que nos sorprendió fue no encontrar señalización o carteles en inglés. De hecho, el mapa que nos dieron, estaba completamente en chino. De todas formas, aquí estuvimos varias horas recorriendo, sacando fotos y haciendo videos. Sobre todo porque no podíamos creer la belleza del lugar. Almorzamos algunos pinchos de salchichas, unos dim sum y, después de varias horas, volvimos a la ciudad en metro.
Ya con la nostalgia viajera de dejar Beijing, quisimos pasear un poco más antes de irnos a dormir. Sobre todo, porque al otro día nos esperaba nuestra travesía en tren a Shanghai. Entonces, antes de terminar el último día, fuimos a visitar el Beihai Park, un jardín imperial que está al noroeste de la Ciudad Prohibida. De ahí, volvimos caminando al hotel, pasando antes por última vez por el mercado callejero de comida de Dong’anmen. Comimos por pocos yuanes algunos exquisitos bocados de comida china, paseamos un poco más, y ahí sí, nos fuimos a dormir. La verdad, no podríamos haber terminado nuestra visita por la capital china de mejor manera.
→ (Aquí te contamos nuestra reseña de Beijing)
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