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BEIJING: Parte Tres

El otro gran sueño viajero que siempre tuvimos era conocer La Gran Muralla China. Y es muy loco, porque para nosotros como argentinos, toda la vida pareció lejano, imposible. En esta tercera parte de nuestro Diario de Viaje, les contamos cómo fue que hicimos realidad este sueño tan anhelado.

El comienzo del día más agotador del viaje

Una imagen de algunos edificios modernos de Beijing.

Nuestro cuarto día en Beijing empezó un poco distinto a los otros. A las 5.00 am sonó nuestro despertador. Como ya contamos en nuestra primera entrada, el primer día llegamos muy de noche a la capital china. Veníamos desde Dubai medio zombies por la cantidad de horas de vuelo y la adaptación al horario. Por eso, más de una vez durante las noches, nos despertamos a la madrugada por el jet lag. Además de ser rarísimo, es bastante incómodo. Porque en el cuerpo sentís cansancio, pero tu cabeza entiende que no es la hora de dormir.

En fin, este día sabíamos que iba a ser especial. Por eso le pusimos mucha onda, nos levantamos, nos bañamos y fuimos a desayunar. A las 8.30 am nos pasó a buscar Julio, nuestro guía chino. Estaba acompañado por el conductor exclusivo, que venía incluido en el servicio que contratamos. Desde el hotel, enfilamos directo hacia el Camino de Mutianyu, el sector de la Gran Muralla China que queríamos visitar. Fue raro estar sentados en el asiento trasero y escucharlos hablar en chino, sin entender una palabra de lo que decían. No sabemos bien por qué, pero sentíamos que estaban tramando algo. Y no nos equivocamos. Pero esto vamos a contarlo más abajo.

 

Una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno

La Gran Muralla China serpenteando entre las montañas.

Construida y reconstruida entre los siglos V a. C. y XVI de la Edad Moderna, esta fortificación se ideó para proteger la frontera norte del Imperio chino, de los sucesivos ataques de los nómadas xiongnu de Mongolia y Manchuria. Tiene varias ramificaciones y construcciones secundarias y se calcula que su largo total es de 21.200 kilómetros aproximadamente. Designada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1987, hoy sólo se conserva un 30% de ella.

Hay varios sectores para visitar la Muralla, como Badaling, el más visitado de todos. No sólo la mayoría de los turistas visitan este sector por ser el mejor conservado, sino además por ser el de más fácil de acceso (se puede llegar en tren). Otros como el de Jinshanling o Simatai, permiten ver esta Maravilla del Mundo en su estado más original, porque está apenas restaurada. Sumado a esto, se pueden hacer excursiones de senderismo. Nosotros elegimos el de Mutianyu, más que nada porque está bien conservado, se puede caminar sin problema, tiene unos bosques increíbles y, por sobre todo, subir en teleférico y ¡bajar en tobogán! Esta quizás haya sido la razón principal por la que elegimos esta parte, pero finalmente, no lo pudimos hacer…

Caminando por la Gran Muralla China

El sector de Mutianyu de la Gran Muralla es uno de los mejor conservados.

Llegar hasta Mutianyu nos tomó más o menos una hora. No sólo por el tráfico, sino también por el camino. Si bien está a sólo 70 km del centro de Beijing, el camino para llegar hasta ahí se abre por entre granjas y cerros. Ya habiendo llegado, notamos que el pequeño pueblo que tiene la base del valle homónimo, está muy preparado para la visita. Tiene desde estacionamiento con varias plazas, terminal de bus y restaurantes de todo tipo.

En la puerta principal, compramos las entradas y subimos directo con el teleférico. Llegando hasta el fin de la línea, se empezaban a ver los tramos de la Muralla. Ahí, comenzamos a tomar real dimensión de dónde estábamos. Ya arriba, en el llano principal, nos mirábamos como buscando una explicación. Se hace realmente difícil poner en palabras lo que sentimos en ese momento. Fue todo casi como surreal. No sólo por estar en semejante lugar, o por el significado que tuvo para nosotros. Sino también por el día que nos tocó, todo soleado y sin una nube. La verdad, fue un día perfecto.

Caminamos alrededor de dos horas y media. Lo particular de este sector de la Muralla es que tiene muchas torres de vigilancia. Además, si bien está super bien reconstruido, el sendero puede ser empinado en varios lugares. Eso hizo que termináramos muy cansados. Así que, luego de un largo rato admirando esta maravilla, decidimos empezar a bajar para volver a la ciudad. Fue en este momento cuando empezamos a pensar que nos estaban “timando”. En Argentina tenemos un dicho para este tipo de situaciones: “el cuento del tío”.

El mejor peor “error” del viaje

Uno de los 5 enormes platos que nos sirvieron en el restaurante.

Como les contamos más arriba, la idea era bajar en culipatín. Y cuando le dijimos a Julio (nuestro guía chino), se empezó a mostrar un poco confuso. El tramo por el que habíamos caminado no era muy largo: desde la estación del teleférico, hasta donde estaba la bajada por el tobogán, no había ni 1 km. Pero él decía que había mucho que caminar y que el chofer no iba a esperar tanto. Por eso, nos quería convencer que volvamos bajando por teleférico.

Lamentablemente, por nuestra idiosincracia rioplatense, nos empezamos a dar cuenta de que ahí había “tongo” (había gato encerrado). A nuestra vuelta supimos que no estaba lejos el tobogán, pero en ese momento, decidimos hacerle caso a Julio y bajar en teleférico. Lo que también terminamos sabiendo es que, al final, no nos salió tan mal.

Parece ser que el chofer y Julio tenían un arreglo con un restaurante. Por eso el interés de ambos de que vayamos lo antes posible a almorzar. Ya Julio nos había dicho al principio del día que nos convenía ir ahí, por el horario y porque estaba cerca. Pero nosotros queríamos volver a la ciudad y ver qué hacer por nuestra cuenta. De todas formas, decidimos ir y ver qué onda.

Apenas llegamos y vimos a varios extranjeros, nos dijimos que nos habían timado. Pero, después de que nos asignaran una mesa enorme para nosotros solos, y que empezaran a traer una cantidad inimaginable de manjares, empezamos a pensar distinto. Esto, sobre todo, porque nos imaginábamos que nos iban a cobrar carísimo. Luego de una hora de comer como cerdos, vino la cuenta. Tuvimos que mirar dos veces para dar crédito de lo barato que había costado: 15 dólares aproximadamente en total. De hecho, le pedimos a Julio que nos lo confirmara. Pagamos, salimos al coche, arriba de éste nos dormimos una mini siesta y, luego de una hora y media, llegamos a la ciudad.

El mercado de comida callejera donde vendían BICHOS

El mercado callejero de Dong’anmen.

El chofer nos dejó nuevamente en el hotel, antes habiéndolo dejado a Julio en otro lugar.  Pasamos un toque por la habitación para abrigarnos un poco y nos tomamos el metro nuevamente para tener las últimas vistas sin bruma de la Ciudad Prohibida y Beijing. Subimos un rato a la colina Jingshan, hicimos unas fotos y videos y, ya terminando el día, fuimos a pasear por la calle Wangfujing.

El camino nos llevó antes por la calle Dong’anmen, donde descubrimos un mercado callejero de comida, como los miles que abundan en la ciudad. Entre arañas fritas, orugas, serpientes y escorpiones, nosotros comimos unos pinchos de algo parecido a pescado frito, unos dumplings y unos baozi (en chino: 包子), mejor conocidos como “Dim Sum”. Obviamente, no teníamos ni pensado asumir el desafío de comer esos bichos. Ya para el final de la noche, cenamos en el centro comercial APM, que estaba en la esquina de nuestro hotel.

 

 

 

→ (Click aquí para seguir a la cuarta parte de Beijing)

→ (Aquí te contamos nuestra reseña de Beijing)



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