Conocer la Ciudad Prohibida era uno de nuestros sueños viajeros. Cuando imaginábamos el viaje a Beijing, anhelábamos poder cumplirlo. En esta segunda parte de nuestro Diario de Viaje, les compartimos nuestra visita a uno de los lugares más geniales de nuestro viaje.
Como contamos en la parte anterior, el camino nos llevó, atravesando los hutongs de Qianmen hacia el sur. En la estación Zhushikou, tomamos la Linea 7 del metro, para combinar con la Línea 5. Bajamos en Tiantan East Gate y, al de salir de la estación, llegamos al Parque Tiantan Gongyuan, un predio enorme, lleno de parques y flores.
El Templo del Cielo: el primer sueño cumplido del viaje
Con las entradas compradas, caminamos hacia el Templo del Cielo (en chino 天坛, ‘Tian Tan’). Construido en el año 1420, es el mayor de su clase en toda China. Tanto la dinastía Ming como la Qing lo usaron para adorar por las cosechas en primavera y en otoño, para dar las gracias al cielo por los frutos obtenidos. Desde 1998 es considerado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Nosotros queríamos conocer especialmente el El Pabellón de la Oración por la Buena Cosecha, el cual está en el centro. Estando ahi y viéndolo, entendimos que habíamos cumplido nuestro primer sueño del viaje. Sueño que paradójicamente comenzó a gestarse del otro lado del mundo, en Estados Unidos. Porque cuando viajamos a Walt Disney World, vimos que en el Pabellón de China de EPCOT hay una réplica exacta. Lo que nunca íbamos a imaginar es que, años después, terminaríamos admirando el original.
Ya terminando el día, fuimos a conocer Nanluoguxiang, otra zona de hutongs, pero más preparada para el turismo. Paseamos un rato, compramos algunas cositas para comer y fuimos al Lago Houhai. Aquí vimos uno de los atardeceres más hermosos de nuestra historia viajera. Esta es una zona de muchos bares y restaurantes que, en su mayoría, tienen música en vivo (en chino por supuesto). Cuando el sol se puso, volvimos al hotel a dejar las cosas para salir a cenar.
La mística y majestuosa Ciudad Prohibida
El tercer día, lo esperábamos ansiosos: visitaríamos la Ciudad Prohibida. Luego del desayuno, salimos caminando del hotel. Como estábamos muy cerca, fuimos hasta la mismísima entrada de Tiananmen, la Puerta de la Paz Celestial. Si bien había mucha gente, fue bastante organizado, así que la cruzamos rápido. Ya del otro lado, compramos los tickets y seguimos a Duanmen, la Puerta de la Integridad. Desde aquí, comenzó una seguidilla de impactos: por cada puerta que pasábamos, más nos maravillábamos.
Todo el conjunto palaciego está pensado para que su tránsito sea como “ascender al Cielo“. Pasar por cada puerta es como subir un nivel más alto, hasta llegar al Salón de la Suprema Armonía, eje central de la ciudad amurallada. Además, todos los detalles de su construcción tienen fundamento. Desde la numerología (los números nueve y cinco están simbólicamente conectados a la majestad del emperador), como la elección de los colores. También, el material con las que están construidas las estructuras. Y ni hablar de la arquitectura, con esos hermosos techos puntiagudos, diseñados para repeler los malos espíritus. Todo esto lo aprendimos escuchando la audio-guía que contratamos, que para nuestra sorpresa, estaba en español.
En un mar de gente, atravesamos la imponente Puerta Meridional, adentrándonos en la plaza del Salón de la Suprema Armonía. Este era el centro ceremonial del poder imperial y la mayor estructura de madera que se conserva en en China, hoy en día. Bordeando el Salón, fuimos hasta el Palacio de la Longevidad Tranquila, lugar pensado para que el emperador tenga sus años de retiro. Buscábamos conocer el Muro de los Nueve Dragones, construido en 1771, que está justo antes de la entrada. Hicimos algunas fotos y volvimos en nuestros pasos, para por último visitar el Palacio de la Tranquilidad Terrenal, la residencia de la emperatriz.
El Jardín Imperial y el Parque Jingshan
Justo detrás y cruzando la Puerta de la Tranquilidad Terrestre, está el Jardín Imperial, la ultima de nuestras visitas en la Ciudad Prohibida. Es un patio interior de rocas y árboles centenarios. En el centro está el Templo de la Tranquilidad Imperial, lugar donde emperadores practicaban ritos de alquimia y adivinación.
Ya para el final, atravesamos la última de las puertas de la Ciudad Prohibida, la Puerta del Poder Divino. Cruzamos la calle al Parque Jingshan, donde se sube a una colina artificial hecha hace siglos. Arriba se aprecian unas vistas espectaculares (sin contar con la bruma de smog). Pero antes de subir el sendero, buscamos qué comer.
Como en la mayoría de la ciudad, habían pocos carteles que no sean en chino. Hay que apelar a la inventiva y la creatividad, para tratar de descifrarlos y ver de qué manera comunicarse. Ya con mucho hambre, buscamos algún carrito de comida o algo parecido, pero no encontramos nada…
Una cosa que aprendimos en este viaje (y que más tarde confirmamos), es que en China podrán faltar carteles en inglés, pero comida jamás. Por eso, invocando a nuestro sentido común, divisamos a pocos metros una fila de gente. Estaban esperando para lo que vimos era una especie de casa/quiosco de variedades de comida, snacks y golosinas. Estaba un poco escondida, pero en unos pocos minutos entendimos que vendían comida caliente. Aquí almorzamos los fideos chinos y dumplings más ricos y baratos del viaje.
El ‘occidental’ barrio de Sanlitun
Después de este almuerzo fenomenal, subimos hasta la cima del parque. Esta colina de 45,7 metros de altura, se construyó usando la tierra excavada de los fosos del Palacio Imperial y los canales cercanos. Su ubicación obedece a las reglas del Feng Shui, que dice que es favorable situar una residencia al sur de una colina. Es desde aquí que se tienen las vistas emblemáticas de la Ciudad Prohibida.
Igual, justo este día había mucho smog, por eso la vista estaba un poco nublada. De hecho Beijing está considerada una de las ciudades más contaminadas de la Tierra. En Asia, la gente suele usar barbijos o mascarillas por distintas razones. Aquí, es por la polución del aire. Igual, a nuestras fotos y videos, la neblina les agregó un poco de mística.
Luego de un rato, tomamos el metro para ir a cenar al barrio de Sanlitun. Esta zona está considerada como la más occidental de la ciudad. Básicamente, porque en los años ’50 se decidió que las embajadas y las delegaciones extranjeras tuvieran aquí su lugar. Por eso, es muy común ver a muchos extranjeros viviendo en este barrio. Los edificios de oficinas, las modernas galerías y las cafeterías al mejor estilo neoyorquino, nos hicieron sentir uno de los primeros grandes contrastes del viaje.
Después de pasear un rato por la zona comercial, cenamos en el restaurant The Orient Kitchen. Nos esperaba un descanso importante, ya que al día siguiente conoceríamos una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno, la increíble Muralla China.
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